Ganó el sombrero en el campo que se estrenó, igual estaba escrito... Porque fue en el Camp Nou, una fría noche de enero, la de Reyes creo recordar, cuando el presidente José María del Nido apareció tocado con esa prenda que es ya un emblema sevillista. La noche que el Sevilla ganó al Barça (1-2) su primer partido de esta Copa que acabó levantando anoche entre el delirio de sus 32.000 acompañantes. Ganó el sombrero. Sin discusión. Quizá, o sin quizá, por una diferencia mayor de la que hubo en el juego. El 0-1 reflejaba mejor lo que había sido la final, que nunca le hizo un guiño al Atlético. No estés triste, viejo Atleti: caíste con honor y fuiste un señor finalista. Pero el gol de Capel, capelo, sombrero, sólo a los cuatro minutos de iniciarse las hostilidades fue seguramente más que un gol: marcó la línea de lo que iba a ser esta final intensa, disputada, emotiva, la final del sombrero y con todas las de la ley, que echó el cerrojo a una temporada llena de emociones y que nos deja, entre otras sensaciones, la vuelta a la senda de los títulos de los finalistas: el Atlético lo consiguió en Europa y el Sevilla, aquí. ¿A que lo hubiéseis firmado hace un par de meses? Pues eso. Reparto de títulos, ¡viva la alegría!
Una diferencia mínima hubiese reflejado mejor lo que fue el partido, decía. Pero, amigo, en el Sevilla (y en La Roja) juega Jesús Navas: ¡qué futbolista! La cantera de Nervión abrió la puerta del éxtasis y ella la cerró. En memoria, honor y gloria de Antonio Puerta, que jugará en el corazón de todo el sevillismo por los siglos de los siglos. Con su camiseta 16 subió el gran Andrés Palop a recibir el trofeo de manos del Príncipe Felipe. La copa del sombrero y de Puerta. Y la quinta de este Sevilla que vivió cuatro días mágicos que valen por todos los sufrimientos de esta temporada tan movida para ellos. Rodri, otro de la casa, le llevó en Almería hasta la previa de la Champions; Capel y Navas le dieron la Copa ayer en pleno arrebato sevillista.
Navas, MVP.
Estábamos con Navas, sí, el MVP del partido, seguido muy de cerca por Palop. Su gol premió el enorme trabajo que desplegó por todas las zonas del campo y acabó con las ilusiones de milagro de un Atlético que peleó de principio a fin, pero careció de lo fundamental: remate. El Atlético, en realidad, fue arriba el Kun Agüero, para el que dicen prepara el Manchester una oferta monstruosa. Fue y vino en plan líder sin encontrar colaboración. Simao y Forlán no estuvieron. Cuando Quique puso en liza a Raúl y Jurado el equipo funcionó mejor, pero le faltó siempre el acierto final que hubiese premiado su mayor posesión de la pelota e iniciativa, sobre todo en la segunda mitad.
Con un dibujo calcado, ambos equipos jugaron una final que empezó casi con 1-0. Capel se marcó un slalom digno del mejor esquiador para llevársela a Navas y siguió la jugada hasta dar con el zapatazo final. Fue una acción que adelantó lo que iba a ser el juego de su equipo: todos para uno y uno, para todos. El equipo que pareció fundido frente a Barça y Almería recuperó fuerzas que casi ni esperaba tener y supo manejar los tiempos a favor de marcador y de corriente. Y la suerte de las finales estuvo de su parte o no quiso saber nada con el Atlético: apenas cinco minutos después del primer gol, Squillaci salvó por dos veces, una bajo palos, remates de Agüero y Forlán, el empate se cantó durante los interminables segundos que para todos consumió esa jugada.
Los colchoneros, mayoría en número de más de 45.000, se desgañitaron con su ¡Atleti, Atleti! empujando a su equipo hacia un gol que volvió a rozar en acciones de Tiago, Forlán y Agüero en el único lunar de Palop, una mala salida que propició el cabezazo del Kun que se perdió fuera por muy poco. Achuchaban los rojiblancos y se batían a la contra los blancos apoyados en el impecable trabajo de sus centrales y de Zokora, que es un tres en uno: ataca, defiende y traba hasta a su sombra.
El fin.
Echó de menos el equipo de Álvarez (que suponemos seguirá al frente del equipo tras este éxito) lucidez en Negredo, que tuvo la puntilla en una llegada ante De Gea, pero estrelló la pelota en el cuerpo del meta. La diferencia con Navas estuvo ahí: Jesús también llegó ante el Gato del Manzanares, pero supo esquivarlo. Antes, hacía mucho rato, la sensación de que no era la noche del Atleti con la espada se paseaba por el Camp Nou. También que difícilmente iban a darle vuelta a la tortilla: no atacaban con duende y el Sevilla se defendía bien.
Pintaba a que Capel, capelo, sombrero iba a ser el hombre y el titular de la noche cuando Jesús Navas le mandó ese recado a Del Bosque, que estaba en el palco, claro. El aquí estoy yo, en la lista de Sudáfrica y para mucho más, de un jugador que personifica todas las inmensas virtudes de este Sevilla y que fue el primero que levantó su dedo al cielo. Por Puerta. Sombreros para él.