la ronda francesa - si no lo remedian Andy y Contador en el Tourmalet - es por las caídas, las peleas, los fallos u errores mecánicos y la actitud de los ciclistas ante estos hechos que han revolucionado la carrera y que la podrían haber puesto patas arriba desde el primer día.
El caos y el descontrol han reinado en las más de dos semanas de carrera y lo cierto es que no tardaron en aparecer en escena. En la primera etapa en línea con llegada en Bruselas, fueron los sprinters los primeros en probar la dureza del asfalto.
Así va la recuperación de la clavícula de Frank Schleck / Twitter
En los dos últimos kilómetros, hubo un total de tres caídas en las que hombres como Contador y Fabian Cancellara, por aquel entonces líder del Tour, estuvieron a punto de verse implicados y comprometer el resto de su Tour.
Esto sólo era un aperitivo de lo que estaba por llegar. Al día siguiente, camino de Spa, en una jornada con multitud de cotas y descensos enrevesados en un recorrido muy parecido al de las clásicas de las Ardenas, la serpiente multicolor se descomponía en mil pedazos en la bajada al Col de Stockeu.
Los peor parados fueron los hermanos Schleck que perdieron más de tres minutos con el pelotón cabecero en el que tampoco se encontraban Alberto Contador y Lance Armstrong, que se quedaron intercalados entre ambos grupos. El cerebro y el brazo ejecutor de la neutralización fue Cancellara, apoyado en su autoridad de líder, que benefició claramente a sus compañeros, pero lo cierto es que Contador también se vio favorecido.
Las cosas estaban calentitas y 24 horas después llegaba el peligro del pavés. En la entrada en uno de los últimos tramos, los Saxo Bank lanzaron su ataque final para descolgar a Contador con la mala suerte de que el mayor de los Schleck, Frank, terminó besando los adoquines y rompiéndose la clavícula. Andy y Cancellara no miraron atrás y sacaron una sustanciosa ventaja del paso del Tour por los caminos de la París-Roubaix.
La mala suerte se cebó con Armstrong en la etapa con final en Morzine-Avoriaz / AFP
Cuando parecía que los nervios en el seno del pelotón se habían calmado con la llegada a los Alpes, la diosa Fortuna decidió cebarse con Lance Armstrong, un hombre que había esquivado la mala suerte en mil y una ocasiones durante sus siete Tours de gloria. Sin embargo, en la etapa con final en Morzine-Avoriaz, el tejano se vio implicado hasta en tres caídas perdiendo toda opción e ilusión por estar con los mejores.
Otro que salió con heridas de guerra de aquella fatídica jornada fue Cadel Evans, que estuvo implicado con Armstrong en el primero de sus tres incidentes y se produjo una fisura en el codo que le hizo perder el maillot amarrillo al día siguiente en la Madeleine.
Los batacazos no han sido los únicos protagonistas de un Tour caótico. Muestra de ello es la infantil pelea entre el español Carlos Barredo y el portugués Rui Costa nada más cruzar la línea de meta en la sexta etapa. Tampoco se quedaron atrás los cabezazos del lanzador de Mark Cavendish, el australiano Renshaw, que fue descalificado por una actitud claramente antideportiva.
Contador vs Andy
Pero dejando al margen los tortazos y las trifulcas, la verdadera salsa de este Tour está siendo la actitud de Andy y Contador, los dos jefes del pelotón, que han estado cambiando su filosofía dentro de carrera constantemente. Si un día decían que lo lógico era esperar al rival, al día siguiente hacían justo lo contrario.
El cénit de la rivalidad llegó en la ascensión al puerto de Bales cuando un salto en la cadena de la bicicleta del luxemburgués provocó que el de Pinto se vistiese de amarillo. Ahora han firmado la paz y aseguran que se respetarán en el Tourmalet, pero en un Tour como el que estamos viviendo mejor no fiarse.